16 de septiembre
Amanece el día nebuloso y lloviznando. Para cuando empezamos
nuestro camino hacia el siguiente destino, Nagarkot, ya ha dejado de llover,
pero sigue aún bastante nublado. Ahora vamos dirección sureste, por lo que en
algún punto deberíamos ver algo del Himalaya a lo lejos. Y así es, curveando el
sendero por la ladera de una montaña, como nos encontramos ante el majestuoso
escenario: una espesa niebla que levita con rapidez entre montañas y casas
desperdigadas, condensándose y dispersándose, atravesada en el horizonte por los picos de
la famosa cordillera. Un verdadero espectáculo de la naturaleza que parece haberse montado exclusivamente para nosotras. Es imposible ver el Everest desde aquí, pero sabemos que nos encontramos a no muchos kilómetros del pico más alto del mundo. Esta maravilla,
acompañada del frescor reconfortante de esas horas de la mañana y de una
absoluta calma, es un exquisito placer como pocos se pueden llegar a tener, un
chute de vida y bienestar que hace que todos tus pensamientos se
paren en seco. Sólo por este momento único merece la pena llegar hasta aquí.
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Cordillera del Himalaya al fondo |
Seguimos andando, sin poder quitar ojo al paisaje, y nos
vamos adentrando poco a poco en una zona selvática, invadida aún por una fina
niebla que le da un ambiente fantasmagórico. El camino es muy estrecho, flanqueado
a ambos lados por la densa vegetación y encharcado en algunos tramos. Hemos
entrado en territorio de sanguijuelas, que aunque ayer ya tuvimos algún que
otro encontronazo con algunas, aquí se nos tiran en plancha como si estuvieran
jugando al “pasillito”. Estas mini vampiras, a pesar de lo diminutas que son,
son capaces de oler la sangre a distancia y sentir las vibraciones de tu
acercamiento, así que se preparan poniéndose en punta para saltar encima de ti justo
cuando pasas a su lado. A veces incluso saltan desde alguna hoja. Para
quitártelas hay que hacer una especie de bola con ellas para evitar que se dé
la vuelta y peguen sus ventosas en la mano. No son peligrosas ni causan nada
grave, pero dan repeluco…Por algún motivo, no sé si por el color oscuro de la
ropa, se me pegan a mi más que a ninguno, algunas de ellas tamaño considerable.
No nos llegó a chupar ninguna (o por lo menos sólo una cuando nos dimos cuenta de la marca en la
piel), pero poco a poco fuimos entrando en un estado paranoico obsesivo, revisándonos
el cuerpo entero a cada momento, quitándonos las botas y los calcetines y examinándolos
a conciencia. No fue lo único incómodo del camino, en algunos puntos era difícil
pasar, y por mucho que intentáramos evitarlo, acabábamos hundiendo el pie entero
en un charco embarrado (fiesta para las sanguijuelas).


Una vez pasado este trecho volvimos a zonas abiertas,
pudiendo contemplar de nuevo montañas y terrazas de cultivo, sin niebla pero
nublado. El guía nos va contando algunas historias y otras veces, después de
largo rato en silencio, se pone a cantar, o incluso se arranca a hacer un
extraño baile con las manos y arrugando la cara que no sabemos a qué viene pero
nos hace reír mucho. Eran apenas las 12 de la mañana y ya estábamos parando
para almorzar. No hace falta que describa las vistas desde nuestra mesa…No
sabemos cómo, pero después de comer, la bruja Ana, con sus poderes esotéricos,
acabó echándole las cartas al guía y leyéndole la mano mientras yo ejercía de
traductora. El dueño del restaurante, atento a la jugada, también quiso unirse
al consultorio improvisado.
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vistas desde Nagarkot |
Continuamos el camino, sin que no haya ni un solo rincón del
que no disfrutar, y llegamos ya a Nagarkot antes de anochecer y justo antes de
ponerse a llover fuerte otra vez. Dicen
que desde aquí se encuentran las mejores vistas del Himalaya, con unos
atardeceres espectaculares, pero no vamos a tener esa suerte. En la habitación descubrimos un par de sanguijuelas
intrusas que han venido todo el camino con nosotras y que intentamos aniquilar
de todas las maneras (que nos perdonen los dioses hindúes), incluso tirándolas
en el wc, pero que acaban volviendo de la nada, como una peli de miedo. Bueno,
sabemos ya que están en el baño, así que cerramos la puerta y revisamos con
lupa toda la habitación. Esperamos no caer otra vez durante el sueño en la
fiebre paranoica.
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