Día 14: Sanguijuelas…

16 de septiembre
Amanece el día nebuloso y lloviznando. Para cuando empezamos nuestro camino hacia el siguiente destino, Nagarkot, ya ha dejado de llover, pero sigue aún bastante nublado. Ahora vamos dirección sureste, por lo que en algún punto deberíamos ver algo del Himalaya a lo lejos. Y así es, curveando el sendero por la ladera de una montaña, como nos encontramos ante el majestuoso escenario: una espesa niebla que levita con rapidez entre montañas y casas desperdigadas, condensándose y dispersándose, atravesada en el horizonte por los picos de la famosa cordillera. Un verdadero espectáculo de la naturaleza que parece haberse montado exclusivamente para nosotras. Es imposible ver el Everest desde aquí, pero sabemos que nos encontramos a no muchos kilómetros del pico más alto del mundo. Esta maravilla, acompañada del frescor reconfortante de esas horas de la mañana y de una absoluta calma, es un exquisito placer como pocos se pueden llegar a tener, un chute de vida y bienestar que hace que todos tus pensamientos se paren en seco. Sólo por este momento único merece la pena llegar hasta aquí.
Cordillera del Himalaya al fondo
 
 
 
 
Seguimos andando, sin poder quitar ojo al paisaje, y nos vamos adentrando poco a poco en una zona selvática, invadida aún por una fina niebla que le da un ambiente fantasmagórico. El camino es muy estrecho, flanqueado a ambos lados por la densa vegetación y encharcado en algunos tramos. Hemos entrado en territorio de sanguijuelas, que aunque ayer ya tuvimos algún que otro encontronazo con algunas, aquí se nos tiran en plancha como si estuvieran jugando al “pasillito”. Estas mini vampiras, a pesar de lo diminutas que son, son capaces de oler la sangre a distancia y sentir las vibraciones de tu acercamiento, así que se preparan poniéndose en punta para saltar encima de ti justo cuando pasas a su lado. A veces incluso saltan desde alguna hoja. Para quitártelas hay que hacer una especie de bola con ellas para evitar que se dé la vuelta y peguen sus ventosas en la mano. No son peligrosas ni causan nada grave, pero dan repeluco…Por algún motivo, no sé si por el color oscuro de la ropa, se me pegan a mi más que a ninguno, algunas de ellas tamaño considerable. No nos llegó a chupar ninguna (o por lo menos sólo una cuando nos dimos cuenta de la marca en la piel), pero poco a poco fuimos entrando en un estado paranoico obsesivo, revisándonos el cuerpo entero a cada momento, quitándonos las botas y los calcetines y examinándolos a conciencia. No fue lo único incómodo del camino, en algunos puntos era difícil pasar, y por mucho que intentáramos evitarlo, acabábamos hundiendo el pie entero en un charco embarrado (fiesta para las sanguijuelas).
 
 
 
 
 
 
Una vez pasado este trecho volvimos a zonas abiertas, pudiendo contemplar de nuevo montañas y terrazas de cultivo, sin niebla pero nublado. El guía nos va contando algunas historias y otras veces, después de largo rato en silencio, se pone a cantar, o incluso se arranca a hacer un extraño baile con las manos y arrugando la cara que no sabemos a qué viene pero nos hace reír mucho. Eran apenas las 12 de la mañana y ya estábamos parando para almorzar. No hace falta que describa las vistas desde nuestra mesa…No sabemos cómo, pero después de comer, la bruja Ana, con sus poderes esotéricos, acabó echándole las cartas al guía y leyéndole la mano mientras yo ejercía de traductora. El dueño del restaurante, atento a la jugada, también quiso unirse al consultorio improvisado.
 
vistas desde Nagarkot
Continuamos el camino, sin que no haya ni un solo rincón del que no disfrutar, y llegamos ya a Nagarkot antes de anochecer y justo antes de ponerse a llover fuerte otra vez. Dicen que desde aquí se encuentran las mejores vistas del Himalaya, con unos atardeceres espectaculares, pero no vamos a tener esa suerte. En la habitación descubrimos un par de sanguijuelas intrusas que han venido todo el camino con nosotras y que intentamos aniquilar de todas las maneras (que nos perdonen los dioses hindúes), incluso tirándolas en el wc, pero que acaban volviendo de la nada, como una peli de miedo. Bueno, sabemos ya que están en el baño, así que cerramos la puerta y revisamos con lupa toda la habitación. Esperamos no caer otra vez durante el sueño en la fiebre paranoica.

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