15 de septiembre
Ya estamos preparadas. Nos hemos metido entre pecho y
espalda el mismo desayuno de ayer y para cuando hemos bajado, ya estaba nuestro
guía esperándonos. La ruta ya la diseñamos ayer entre los tres. Nosotras
queríamos una ruta por el valle de kathmandú, pasando por dos sitios imprescindibles, o al
menos uno de ellos, desde donde se tienen las mejores vistas del Himalaya. El
resto, recomendación de Babu (el guía).
Kathmandú al fondo |
Llegamos a nuestro destino final del día: Chisapani, otra
aldea minúscula con sólo una calle de tierra. Es todavía temprano, pero se ha
formado tanta niebla que ya no podemos divisar nada en el horizonte. Nos dan
una habitación muy básica pero con unas vistas espectaculares desde la cama y el cuarto de baño. Y aunque no
tuvieran agua caliente e hiciera un frío del copón, no todos los días puede una
ducharse con ese paisaje de fondo. Bajamos a cenar con Babu, y mientras nos
tomamos una sopa picante que nos está recordando a nuestro tiempos en la India a la par que sacándonos los moquillos, nos empieza a contar
leyendas sobre los dioses hindúes. Se ve que le apasiona el tema y se pega un
buen rato hablando. Ya nos hemos perdido hace rato de la historia con tantas reencarnaciones, animales y culebrones de amoríos, pero le
seguimos la corriente simulando que le estamos atendiendo, y yo me tengo que
pegar pellizcos en la mano para no reírme sólo de ver la cara de circunstancia
de Ana. Sé que a ella le pasa lo mismo, así que evitamos mirarnos para no
explotar.
Son sólo las 7 de la tarde, pero ya es totalmente de noche y
está lloviendo. No hay nada que hacer ya por aquí y además hace frío, así que no nos
queda otra que meternos en la cama e intentar dormir. La cama no es la más
cómoda del mundo: es un colchón muy fino y duro, con unas almohadas ideales
para pillarte una contractura y una manta que huele mucho a humedad. Ana tiene
que dormir en compañía de una araña en la pared y a mitad de la noche se forma
una gotera en el techo justo encima suya (bueno, ella por lo menos tiene su saquito de
dormir y una almohada más blanda). Aún así, todo esto ya nos da exactamente
igual porque forma parte del encanto que tiene estar perdidas en unas montañas
a los pies del Himalaya, y no hay nada que pueda estropear la magia y el
sosiego de este lugar.
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