13 de septiembre
Nos sirven el desayuno en la habitación y como despedida,
para que no te olvides nunca de la India, nos ponen: té masala, que ya no lo puedo ni oler de lejos siquiera, con un pan tostado con
tortilla francesa, o más bien, sal bañada en huevo. Nos viene a buscar Katar,
el conductor de ayer, para llevarnos al aeropuerto (después de que Ana dejara
las llaves en la “resesion”:P) y no pierde oportunidad de lanzar una pullita
sobre la propina (parece que ayer no pilló las indirectas). Se siente, amigo,
ni hay dinero ya ni vamos a ir a un cajero a sacar más para lo que nos queda en
este país.
Nos quedamos un rato dando vueltas por el aeropuerto y
entramos en una tienda. Allí hay una simpática jovencita que nos ofrece
hacernos un tatuaje de henna gratis. Le preguntas si de verdad es gratis,
porque ya nos sabemos la película, y dice que sí. Y mientras te está haciendo
el tatuaje te dice que aceptaría alguna propina. ¡JA! Si es que no falla…indiadas
hasta el último segundo.
Decimos adiós a la India tras unos intensos y memorables
días, y llegamos a Nepal con las ansias e ilusión de poder disfrutar nuestros últimos
días haciendo senderismo y despojarnos del estrés de la locura india. Tenemos
el miedo inevitable de no saber qué nos puede esperar allí, teniendo en cuenta
que son países colindantes que comparten religión y cultura en gran medida,
aunque, por otro lado, creemos que no puede haber otro lugar en la tierra como
la India…
Nepal, por suerte, nos recibe con los brazos bien abiertos.
Ya desde el aeropuerto se nota una mayor tranquilidad. Sigue habiendo cosas que
nos resultan familiares, claro, como salir a la calle y que te persigan los
taxistas intentando regatear. Pero estamos ya bastantes curtidas en este
negocio y conseguimos un buen precio para que nos llevaran a nuestro
alojamiento después de hacernos un rato las interesantes y el paripé. El taxi
era digno de ver…más que taxi yo lo llamaría “moto cubierta”, un coche
enanísimo tapizado con una especie de ganchillo de la abuela. El centro de
Kathmandú, capital del país, está bastante cerca del aeropuerto, y no podemos
sentir más placer y alegría de ver que las calles, aunque muy modestas, son más
limpias, el tráfico es fluido, sin caos ni bocinazos irritantes, ni vacas ni
olores vomitivos. Llegamos al hotel (una guesthouse),
nos recibe un hombre muy simpático y risueño, nos da una habitación con terraza
con vistas hacia las montañas, corre el aire fresco, nos invita a un té
mientras charlamos….¡Esto es el paraíso! Ahora sí que pronunciamos eso de “¡Namaste!”(el
saludo en India y Nepal) con una amplia sonrisa. Seguramente toda persona que
venga directamente a Nepal no opinaría lo mismo, experimentaría un choque
cultural, pero viniendo de la India y después de todo lo que hemos pasado os
aseguramos que esto es gloria bendita y no podemos sentirnos más felices. Y ya
si encima vemos que la ropa aquí es todavía más barata y que tienen miles de
cosas…pues estamos, como dice Ana, más contentas que un cochino en un charco.
El tiempo no acompaña mucho. El monzón no ha terminado de
pasar todavía y quedan algunas lluvias, pero no nos importa. Este aire fresco y
las gotas de agua no nos pueden venir mejor, es una metáfora perfecta para la
limpieza interior que nos hace falta. Salimos a la calle a pasear y disfrutamos
del nuevo escenario, con los ojos atentos a toda novedad. Nepal, un país
atrapado entre China y el Tíbet al norte e India al sur, tiene una curiosa
mezcolanza de todo. Es un país mayoritariamente hinduista pero con un
importante porcentaje de budistas y tibetanos, lo que se puede reflejar en la
vestimenta, arquitectura y rasgos físicos de los nepalíes. Algunos con rasgos
indios, otros más achinados, y muchos otros una mezcla de ambos. Es curioso
cómo puede plasmarse físicamente ese crisol de diferentes culturas, raíces y
etnias.
Nos vamos a comer a un restaurante que nos ha recomendado un
chileno que hemos conocido en nuestro hotel. Tememos un poco por la comida (el
pique), pero descubrimos con gusto que la gastronomía es más suave y hay mayor
variedad (debido a la diversidad cultural). Ana va un momento al baño y cuando
vuelve me la veo riéndose y un poco nerviosa. En un pasillo oscuro le salió de
repente un tío con un palo atacándola, así porque sí (pero sin llegar a hacerle
nada). Seguramente sería algún viejito con mala leche que le habría molestado a
saber qué, pero nos estuvimos riendo un rato. En la mesa de al lado había un
italiano bastante entonadillo que no paraba de hablar con nosotras, con pinta
de haberse metido unas buenas fiestas a lo largo de su vida. Era empresario y
venía aquí para comprar ropa, acompañado de un guía, así que aprovechamos para
preguntarle sobre rutas de senderismo y otras opciones.
El resto de la tarde, que ya nos sorprendió la noche y poco
turismo podíamos hacer, la pasamos de tienda en tienda, regateando por aquí y
por allá, de una esquina a otra sin parar como si estuviéramos en casa. La
lluvia empezó a apretar, así que nos fuimos ya para el hotel, pero con el
espíritu renovado. A descansar, que mañana nos espera un día muy intenso.
Tía, esta entrada para mí es la más emotiva, el cambio de India a Nepal queda reflejado de arte, qué chula! Me alegro que el cambio fuera a mejor ;)
ResponderEliminarya te digo...más nos alegramos nosotras, que lo estábamos sufriendo en nuestras cannnneeeh
ResponderEliminar