Día 6: sudando Jaipur

8 se septiembre
Ana amanece con un bulto en la frente y una mancha de sangre seca al lado del ojo. Los bichos no han tenido piedad de ella esta noche. Bajamos a desayunar y como siempre nos sirven un desayuno continental, pero sin que falte un pequeño detalle indio. En esta ocasión, una especie de buñuelo de patatas y verduras mezclado con especias, al que mi estómago dice un “no” rotundo.
Nos lanzamos de nuevo a la carretera en dirección a Jaipur, capital del Rajastán, para experimentar una vez más otra indiada al volante. Vamos por una autopista, que aunque no muy buena ya sí se le puede llamar por su nombre, hasta que llegamos a un tramo en obras y que parece estar cortado. Yusuf, ni corto ni perezoso, se da media vuelta para intentar buscar otra salida, y vamos en dirección contraria como si tal cosa. No es el único que lo hace, claro. Tampoco hay policía ni ninguna autoridad ni nadie que esté regulando esta situación, ellos mismos se entienden, se pitan unos a otros en señal de advertencia, nadie se altera y listo. Tampoco hace falta recordar que te encuentras vacas en medio de la autopista. Cogemos por otra vía paralela atascada de coches y camiones unos pegados a otros, sin dejar de pitar y con toda la flama de humo tóxico entrando por la ventana. Y otro detalle que se me olvidó contar ayer: yendo hacia Pushkar, Yusuf paró por fin a echar gasolina (la segunda vez en todo el viaje después de días y kilómetros), pero con el motor encendido. Vamos, ¡pa habernos matao! Claro, luego les hablas de la guardia civil aquí en España y se descojonan vivos…
Llegamos a Jaipur, en este caso conocida como “la ciudad rosa” por el color de sus murallas y el famoso Palacio de los Vientos. Junto con Delhi y Agra forma el “triángulo de oro”, las tres ciudades más visitadas por turoperadores y viajes organizados. Fue fundada y diseñada por un maharajá con mucho dinerito al que le apasionaba la astronomía y por eso mandó también construir un gigantesco observatorio, el Jantar Mantar. Es allí donde fuimos primero en el tiempo libre que teníamos por la ciudad. El observatorio es impresionante, no sólo por los enormes bloques con formas geométricas, orientados en una u otra dirección para los estudios astronómicos, sino también por la de mentes prodigiosas detrás de esos inventos. Con ellos podían determinar la fecha de los eclipses,medir el paso del sol, calcular la latitud y altitud, el movimiento de los planetas, los horóscopos, el zénit…Aquí también se encuentra el reloj de sol más exacto del mundo, con un margen de error de sólo 20 segundos.
Con un calor húmedo más sofocante que otros días y sudando hasta por las pestañas, fuimos después a ver la fachada del Palacio de los Vientos, característica por su color rosado y su especial arquitectura en forma piramidal y ventanas saledizas para que pudiera circular el aire y para que las mujeres del harén pudieran observar la calle sin ser vistas. Damos una vuelta por el interior del palacio, envolviéndote en un ambiente de fantasía propio de Las mil y una noches. Nos vuelven a parar más hombres para que nos hagamos fotos con su familia o con ellos mismos. Ya no sabes si sentirte importante como una estrella de cine o como una blanquita mona de feria, pero les encanta eso de las fotos con guiris.
Nos volvemos ya para reunirnos de nuevo con Yusuf, no sin antes pasar inevitablemente por tiendas y bazares donde te atosigan constantemente aunque digas que no quieres nada y te suelten su “Hola, hola, caracola”. Después de comer nuestro conductor nos llevó un momento al Palacio del Agua para que lo viéramos de lejos ya que no se puede acceder (está en medio de un lago). Acto seguido continuamos hacia las afueras hasta llegar al Palacio de Amber, de color dorado y situado en un lugar idílico rodeado de montañas verdes, un lago y murallas que discurren a lo largo de las colinas, similar a la Gran Muralla China. Un poco más arriba se puede ver la fortaleza de Jaigarth, añadiendo un toque rojizo al paisaje. Aunque no tenemos intención de entrar, no dudamos en querer subir hasta arriba para disfrutar de las buenas vistas. Nos paramos primero en los jardines de la entrada, donde hay mujeres sentadas en el suelo y niños correteando alrededor. Nos miran sonriendo tímidamente y se dan la vuelta para hacer comentarios sobre nosotras. Los niños son aún más descarados y te miran mientras les dicen a saber qué al amiguito. Somos además las únicas extranjeras que rondan por ahí, así que les causará tanta sorpresa como a nosotras placer. Seguimos subiendo hacia arriba, chorreando sudor a mares como nunca, con la ropa completamente pegada a la piel. Llevo una camiseta negra que nunca antes me había puesto y cuando me doy cuenta, tengo todo el tronco lleno de hebras muy finas negras que estaba soltando. No sé de qué material sería, pero me ha dejado un pecho lobo que encima no se puede quitar por el sudor. Al buen rato volvemos a bajar por otra salida y vemos nuestros primeros elefantes, preparados con sillitas para los turistas. Volvemos con Yusuf y éste nos lleva ya al hotel, que está muy cerca.
El día ha pasado de estar soleado a ponerse a llover de repente, dejando las calles encharcadas. Nos pegamos un merecido duchazo y colgamos por donde podemos todas las prendas que lavamos el día anterior porque todavía siguen húmedas. Aquello parece un tenderete gitanil y la ropa y mochilas ya empiezan a rezumar olores extraños que por mucho que una lave…Ana tiene antojo de chocolate, así que salimos en su busca y también a por algo de cenar. Para pasar al otro lado de la calle hemos tenido que pegar algún que otro salto sobre los charcos ante los ojos de indios curiosos a las puertas de talleres y tiendas, siempre reunidos a todas horas. Imposible conseguir chocolate en ningún sitio (o si lo hay, muy caro), así que nos volvemos con nuestras galletitas y zumo de mango, que la comida india ya empieza a atravesarse un poco.
En la recepción nos encontramos con el grupo de catalanas que estuvo la noche anterior en nuestro hotel de Pushkar. Nos subimos con ellas un rato a la azotea para disfrutar de la brisa nocturna y contarnos las anécdotas del viaje. Ellas también van con un conductor privado y haciendo un recorrido parecido al nuestro. También van a ir a Nepal días más tarde como nosotras, y una de ellas, que ya ha estado, nos dice que es más o menos como la India. Eso no alivia mucho, por no decir nada…pero habrá que esperar a llegar y verlo con nuestros propios ojos.
 

1 comentario:

  1. XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD Tía me meo con lo de pecho lobooo jajajajjajajajajajjajajajajjaaa

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