Día 3: el accidente


5 de septiembre

Hoy nos toca mañana libre por la ciudad y por la tarde excursión en camello en unas dunas a las afueras. Nos levantamos bastante temprano para poder ver la ciudadela en el interior del fuerte con tranquilidad y sin mucha gente.  Vamos a desayunar a la terraza del hotel, prácticamente a los pies de la fortaleza y desde donde hay una vista sublime. Hacemos un desayuno continental, pero también nos atrevemos a probar unos granos de trigo cocido que tienen en una de las bandejas. Picante. Si es que esas cosas no sientan bien por la mañana…


haveli
Nos adentramos en la ciudadela, construida en el siglo XII por los rajputas. Jaisalmer fue una importante ciudad rica gracias al paso obligado de caravanas de especias y opio (¡ay, aaamigoo!). Como los rajputas hacían pagar impuestos altos a los comerciantes, éstos se construyeron havelis (casas palacetes) por toda la ciudad, dentro y fuera de las murallas del fuerte. Pero el poder de Jaisalmer empezó a decaer siglos más tarde con la presencia británica. Hoy día esta ciudad tiene un valor estratégico importante en la región debido a su cercanía con Pakistán, y de ahí la presencia militar en la zona. Paseamos por sus estrechas callejuelas, nos topamos con varios de estos havelis, de una arquitectura muy refinada, elegante y diseños muy elaborados (aunque los más importantes se encuentran fuera del fuerte). Todas las casas tienen un tono dorado, a juego con el desierto, y las calles están muy tranquilas. Pero la ráfaga de olores que viene de vez en cuando (los habitantes utilizan el largo de la muralla para hacer sus cositas), el amasijo de postes eléctricos y cables exteriores y el cúmulo de basura en algunos puntos estropean el encanto. Los vendedores son muy pesadetes, llamándote para que entres en su tienda una y otra vez aunque digas que no. Entramos en algunas para ver los trabajos en cuero (sobre todo abundan bolsos y manoletinas, muy interesantes) y empezamos a practicar nuestras artes para el regateo, pero todavía sin mucho éxito. Llegamos a la entrada de los templos jainistas que hay allí, sin intención de entrar, y te ves un cartel donde se advierte que las mujeres con la regla (consideradas impuras) no pueden entrar porque hay que mantener la santidad de los templos (vamos, que encima de cornudas, apaleadas…¡no te jode!).

Una vez recorrida la ciudadela fuimos a deambular por las callejuelas de extramuros para aprovechar el resto de la mañana, viendo más y más tiendas. A cada paso te preguntan de dónde eres y te sueltan las palabrillas que saben de español, a ver si así te engatusan y te meten para dentro. Vamos calle arriba y calle abajo varias veces, esquivando motos y bicis a cada paso (y alguna que otra vaca). Seguimos entrenando el regateo y Ana se saca algunas cosas de cuero por buen precio en una tienda donde vemos por primera vez bolsos hechos con piel de testículo de camello (la forma del bolso es igual…). Un hombre que parece gurú, o se hacía pasar por ello, se nos acerca y nos dice que conoce un sitio donde están las cosas más baratas. Sabemos que quiere enredarnos, pero le hacemos caso y le seguimos, aunque sea por tener la experiencia y pasear por otros lugares menos abarrotados. Nos lleva a otra tienda en el que los precios son iguales que en todos lados y pretende llevarnos a más sitios, pero ya cansadas de eso y con ganas de ir a nuestro aire, le decimos que vamos a ir por otro lado. El hombre no parece tomárselo muy bien, pero nos pide 1 euro para dárselo a sus nietos como recuerdo. En otra tienda también nos pidieron euros, aunque fueran céntimos, porque decían que coleccionaban monedas (al principio te lo crees, porque piensas que qué van a hacer con un euro aquí…pero ya nos dimos cuenta que luego se acercan a otro turista con el euro y se lo cambian por rupias. No está mal…).Vamos en busca de un cajero, porque el imprevisto de pagar lo del conductor y demás nos ha dejado más secas que una mojama, y sin quererlo nos encontramos con un auténtico mercado local donde no se ve ni a un solo turista, con artesanos picando piedras bajo unos tenderetes levantados por palos y telas como techo, y puestos de fruta a mansalva. Es el sitio ideal para comprarse un velo auténtico como el que llevan las mujeres, así que entramos en una pequeña tienda, nos intentamos hacer entender, regateamos, nos probamos el velo, nos ponen el punto rojo entre ceja y ceja y nos enseñan un espejo. Creamos cierta expectación entre un par de curiosos que aguardan en la puerta, sin dejar de sonreír, y nos vamos tan contentas.

Es hora de comer ya, así que nos vamos a un restaurante como dos maharajás donde nos pusieron un platito de semillas de anís en un lado y azúcar al otro, y descubrimos que es una costumbre coger un poco de cada, mezclarlo y mascarlo al terminar ya de comer. Vamos para el hotel a la hora acordada para salir hacia Khuri, las dunas donde montaremos en camello.

El desierto no está muy lejos de aquí, una media hora o así. Tiempo suficiente para apuntar más anécdotas, como ver una vaca comiéndose un cartón, por ejemplo. O ser víctimas de un accidente de coche también, que tampoco está mal. Temíamos que tenía que pasar en algún momento de nuestro viaje, pero lo triste es que sea el único que hayamos visto. Vamos por una carretera atravesando el todavía no desierto, delante nuestro otro conductor privado llevando una parejita de ingleses. El coche pega un frenazo y nuestro conductor, aún teniendo espacio suficiente como para haber frenado más o haber desviado el coche, sigue hacia delante…Nosotras viendo que nos la vamos a pegar, nos ponemos en posición y todo para el impacto y hala….¡Pummmm! No fue fuerte porque ya iban a muy poca velocidad, así que no nos hicimos nada (salvo algún pequeño moratón en la pierna). Nos quedamos mudas durante unos segundos, sin saber qué decirle a este pobre hombre, que le estaban empezando a caer todos los marrones, y nos bajamos del coche. Los faros traseros del coche de delante colgando y el otro conductor con un golpe en la frente. Resulta que ellos ya se conocían, de hecho era el mejor amigo de Yusuf, así que a pesar de sus caras de disgusto no discuten ni se alteran en absoluto. Al parecer el otro tuvo que frenar porque estaba pasando una cobra por la carretera (y ya sabéis que aquí los animales son sagrados). Mientras todos los demás estaban con caras de circunstancia, la inglesa haciendo pucheritos, abrazando al novio, y Yusuf fumándose un cigarro a una calada cada tres segundos, a nosotras no se nos ocurre otra cosa que echarnos a reír, a cada momento más descojone de vernos en tal situación ridícula. Se llevan un rato intentando colocar los faros sin poder arreglarlos y deciden seguir el camino. Ya lo solucionarían al llegar a las dunas. Nos montamos de nuevo en el coche y….¡no funciona! Y nos damos cuenta que está soltando agua. El aire acondicionado se ha jodido también. A descojonarnos otro poco. Hablan entre ellos y al final deciden que nos vayamos en el otro coche con los demás mientras Yusuf espera ahí a por ayuda. No podemos hacer otra cosa que sentir compasión por él.


Pasado un poco el susto y después de un corto camino (sin poder parar de reírnos), llegamos a un poblado con casas de barro y techos de paja. Allí es donde pasaremos la noche. Esperamos un rato sentados y nos llevan al “parking” de camellos. Nunca antes habíamos montado en camello, así que era una experiencia nueva. Al principio bien, un paseo agradable entre las “dunas” (ya comenté que todavía había mucho verde por ahí), aunque acojona un poquito, y más si tu camello va pegándose patadas para espantar a las moscas (y el de Ana echando flatitos, ¡anda qué…..!). Pero pasado un rato el camino se hace un poco monótono y el paisaje no tiene nada de especial. Nos llevaron hasta la cima de una duna para ver la puesta de sol (que no pudimos porque estaba nublado) y allí estuvimos un rato, tirándonos y revolcándonos por las dunas. Cuando volvimos al poblado ya nos tenían preparados unas mesas y cojines en el suelo al aire libre, con músicos de fondo y todo. Vamos, una turistada buena. Allí nos tiramos a relajarnos hasta la hora de la cena, que era un buffet (por suerte la comida no picaba mucho) y después un poquito de baile. Nos sacaron a todas las mujeres de allí y nos pusimos a hacer un rato el gamba imitando lo que la bailarina hacía. Bueno, ¡por lo menos lo pasamos bien!

Teníamos dos opciones para dormir: o bien quedarnos allí en una de las chozas o dormir en una de las dunas (para lo cual nos darían unas pieles y no sé cuánto más). Pero el tiempo no estaba muy fiable, así que decidimos quedarnos. La choza era muy básica, y tenía uno de esos baños que ya sospechábamos que serían así en toda la India (no hay placa de ducha ni nada, así que cada vez que te duchas, se pringa todo el cuarto de baño entero). Hubo varios apagones durante la noche y tuvimos que estar un ratito con una vela en la habitación. Pero no nos importó, ¡habíamos sobrevivido otro día!

 

1 comentario:

  1. Menos mal que os lo tomábais con humor, madre mía XDDDDDD

    Ana.

    ResponderEliminar