Día 2: Bikaner, visto y no visto, y caminito a Jaisalmer.

4 de septiembre
Después del interminable viaje de ayer al fin del mundo, dormimos como bebés. La habitación es muy amplia, con una decoración un tanto señorial, pero el baño deja un poquito que desear. El hotel es una especie de imitación de palacio rajputa (pronunciación en la primera sílaba, por favor), que era la casta dominante y poderosa del Rajastán siglos atrás. Como si hubiéramos vuelto a nacer, bajamos a desayunar con bastante hambre después de no haber comido apenas nada el día anterior. Yusuf ya nos está esperando en la recepción, así que subimos a coger nuestras cosas y de nuevo a meternos en ese coche infernal del que tenían que depender nuestras vidas. Hoy salimos para Jaisalmer, pero antes paramos en el fuerte de Bikaner por ver algo de la ciudad. Damos un paseíto por el patio interior, pero sin llegar a entrar en los palacetes y a esto que nos llega un hombre y nos pide permiso para que nos hagamos una foto con su mujer y sus hijos. Los guiris debemos parecerles de otro planeta, pero se quedó contento. Nosotras también aprovechamos la ocasión y nos hacemos una foto con la familia entera. Yusuf se entra con el coche al patio y nos recoge dentro, como si fuera un guardaespaldas. Nos ve con las gafas de sol y se pone él las suyas, pone postura de malote y nos pide que le hagamos una foto. Nos cuenta que las gafas las compró en Udaipur, que es donde las hay mejores y no sé cuanto (parece que aquí, si tienes unas gafas de sol, eres el rey).
 
Y de nuevo en la carretera. Nuestras ganas de pegarnos otro viaje de 5-6 horas para el cuerpo (tiempo estimado a la india)…pero por lo menos damos gracias a que no es de noche. Nos adentramos en el desierto del Thar (que de desierto tiene todavía poco porque acaba de terminar el monzón y hay mucho verde). Después de un buen rato en silencio, Yusuf nos pone música, que hace el viaje más llevadero. Nos vamos topando con animalitos, más pueblos, cruzándonos con esos camiones tuneados de colorines y sus pitos de tómbola de feria, camionetas hasta arriba de gente (sentados en el techo o incluso de pie agarrados a cualquier hierro), carretas tiradas por camellos, niños saliendo de colegios fantasmas en mitad de la nada y pegándose el pateo de vuelta a casa…Hacemos una parada en una especie de posadas muy comunes a kilómetros de la civilización. Mientras Yusuf se fuma un cigarrito y bebe té masala, nosotras esperamos sentadas bajo la atenta mirada de los clientes, pero sobre todo de los niños. Le sonríes un poco a uno y te devuelven una sonrisa aún más amplia. Al irnos le dices adiós con la mano y él la agita aún más fuerte, sin dejar de sonreír. Estas cosas son las que hacen que te olvides de lo malo.
 
Ya hablamos algo más con el conductor, que poco a poco nos va dando confianza. Y llegó la pregunta inevitable: “¿estáis casadas?”. Ana y yo ya estábamos preparadas para esta pregunta porque habíamos acordado decir que estamos casadas para evitar problemas, con eso de ser dos mujeres solas viajando por libre. Así que sí, estamos casadas. Ahora tocaba inventarse una historia sobre la marcha por si venían más preguntas, como así fue. “¿y por qué no han venido vuestros maridos con vosotras?” “Pues…porque no tienen vacaciones. Tienen mucho trabajo… Es que trabajan juntos, fíjate qué casualidad. Ingenieros informáticos”. Total, que al final resulta que yo llevo casada desde el 8 de marzo de 2008 (vaya morao me tuve que coger en la boda, ¡porque no me acuerdo de nada!), Ana desde el 13 de julio de 2010 y no sé cuántas trolas más le metimos, pero el pobre se creyó todo (al menos eso creemos).
 
Sorprendentemente se cumple el pronóstico de la hora estimada y llegamos a Jaisalmer sobre las 3 de la tarde, la que llaman la ciudad dorada (por el color de su fortaleza y las casas), muy cerca de Pakistán y considerada uno de los mejores sitios del Rajastán. El hotel la verdad que también nos sorprendió porque, aunque no era gran cosa, tenía una piscina y las habitaciones decoradas todo hippie a más no poder. Sí, bueno…demasiado turístico, pero a nosotras nos gustó esa explosión de colorido, espejitos y dibujos en la pared. Además con una especie de saloncito-terraza a la entrada. Teníamos la tarde entera libre para estar a nuestras anchas, así que eso nos hizo animarnos más todavía. Después del día de ayer, cualquier chorradita te hace la más feliz.
 
Yusuf nos lleva a Bada Bagh, una colina a las afueras de la ciudad, porque dice que la puesta de sol desde allí es muy bonita y además se ve toda la ciudad. Tenía razón, es un lugar con bastante encanto. Se trata de un conjunto de cenotafios (tumbas vacías o monumentos funerarios) de los maharajás de Jaisalmer, en forma de cúpulas o tejados puntiagudos sostenidos por pilares a los que el sol les da un tono dorado-anaranjado. Se oyen cánticos de fondo y, como no, los constantes bocinazos del tráfico. Nuestro conductor también nos acompaña porque dice que no conoce a nadie en esa ciudad. Ahí empezamos a sospechar que la vida de este hombre no debe ser nada fácil y nos daba hasta pena. Es musulmán, tres años casados bajo un matrimonio concertado, un hijo de dos años al cual sólo puede ver cuando llega a Delhi después de llevar a guiris como nosotras por ahí durante los días que tengan que ser, con un día de descanso como mucho. Damos algunos paseos, nos hacemos fotos y nos sentamos en silencio durante un buen rato para disfrutar de la estampa y el aire místico que corre en ese lugar.
 
Ya escondido el sol, volvemos a la ciudad y nos pegamos otros paseos por sus callejuelas atestadas de gente, tiendas, bullicio, motos y bicis. El olor a cuero impregna las calles, principal artesanía aquí. Ya vamos echándole el ojo a cosas que nos gustan para comprarlas al día siguiente. Te sorprende ver cómo, al preguntarnos de dónde somos, te chapurrean palabras y frases en español (a veces en italiañol, franceñol o indioñol). La verdad que nos cruzamos con bastantes españoles, de hecho la nacionalidad más presente que hemos visto, lo cual por desgracia le quita un poco de encanto al exotismo de estar en un país tan lejano y en una ciudad que está donde Cristo perdió el mechero.
 
Nos entra ya la gusa y nos vamos a un restaurante a degustar, por primera vez en el viaje, la cocina india. Nos pedimos unos lassi de plátano (yogur líquido casero), un thali rajastaní (una bandeja con diferentes cuencos de arroz, verduras del desierto (a saber qué sería…cualquier hierbajo), trozos de carne en salsa, patatas…y lo vas mojando con el pan de pita o roti (pan muy fino crujiente). Picante, muy picante, los labios como el culo de un mono y los moquillos colgando. Y eso que le preguntamos si picaba mucho y te dicen que no.
 
Nos volvemos al hotel ya después de esta cena tan adecuada para dormir. Abres la cama y ves esas sábanas con lamparones, hueles la almohada y te preguntas por qué huelen a humano en vez de oler a limpio, la manta también desprende un olor rarito. Bueno, no nos vamos a poner quisquillosas porque entonces lo llevamos clarinete…Después de un rato me pongo a buscar mi pinza del pelo y me salgo a nuestro saloncito-terraza para ver si está allí, con la sorpresa de encontrarme a un niño viendo la tele, tan pancho, y sin hacer el más mínimo amago de moverse. Tranquilo, chaval, ¡que estás en tu casa! Me vuelvo para adentro todavía con el susto y Ana se descojona un ratito. Allí se queda el niño un rato…
 
Nos intentamos dormir ya, ponemos el ventilador (da miedito tener esa cosa justo encima de ti, moviéndose más de la cuenta y haciendo tanto ruido), apagamos la luz…y al poco pega Ana un salto de la cama. Algo le había saltado en la cara y vimos que era un saltamonte pequeño. Pusimos el aire acondicionado para espantar a los bichitos, pero no se puede regular la temperatura y tienes q taparte hasta arriba con esas sábanas…y pasas frío, y volvemos al ventilador…Algo dormimos J
 
 

3 comentarios:

  1. JAJAJAJAJAJ!!!Entre el niño y el saltamontes, esa noche alargué mi vida con tanta risa :)

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  2. xDDDDDDDDDDDDDD Qué arte, me he partido de risa con los últimos párrafos y lo del culo de un mono jajajajaj Por cierto, quién era ese niño?????
    Y qué triste la vida de ese hombre... aunque supongo que allí será lo más normal. Muy curioso también lo de "estar casadas", qué hay de malo en que estén dos solteras de viaje en la India? O íbais a ser blanco fácil para putearos o algo????

    Ana.

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  3. Pues el niño no sabíamos quién era...se habría colado. Lo de decir que estamos casadas era para protegernos más, allí la cultura y la forma de pensar es muy diferente y les resulta muy raro que mujeres de nuestra edad estén solteras y viajando solas. Además así también imponíamos más y evitábamos a algún listillo

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