Día 1: ¿Bienvenidas? a la India!

Indhira Ghandi Airport, Delhi

Lunes, 3 de septiembre de 2012

¡Pues por fin llegó el día! Pisar la archiconocida India tan sólo han costado dos meses de espera (y de insufrible trabajo), tedioso papeleo para conseguir el visado, dos días de espera en Barcelona, ocho horas de escala en Munich, siete horas de avión y casi 24 horas sin dormir en condiciones…¡Pero aquí estamos! Ana y aquí la servidora, Lorena, en un país para el que hemos venido medianamente mentalizadas de encontrarnos con cualquier cosa y conscientes de que no nos dejará indiferente.
Tanto que sin ni siquiera haber salido todavía del aeropuerto, ya nos hemos encontrado con algunas rarezas. Lo primero que hicimos fue irnos a los baños para intentar arreglar las pintas tan penosas que ya llevábamos del largo viaje y al abrir la puerta del wc vemos a su lado esa especie de alcachofa de ducha. Un poco extraño, sobre todo viendo que no había desagüe ni nada, pero aún así hicimos uso de esas duchitas para asearnos un poquito y dejar el suelo perdido de agua. Qué triste es descubrir ya al final del viaje que eso era en realidad lo que utilizan como escobilla del wc…Bueno, ¡por lo menos no se nos ha caído la piel a cachitos! Cuando salimos, te ves a las mujeres levantando la pierna y poniendo el pie en el lavabo para lavárselo. Se nos queda cara de pánfilas y pensamos:”¿pero no tienen duchas ahí para eso?”. ¡qué inocentes…..! Primer choque cultural.
Segundo objetivo: llegar al centro de Delhi, concretamente a la estación de trenes de Nueva Delhi. Aquí empieza un poco la locura de este país y que con el tiempo te acabas dando cuenta que forma parte de la idiosincrasia de los indios, es decir, tú pregunta lo que quieras que te acabarán diciendo lo que a ellos les parece, mandándote a un sitio diferente, respuestas diferentes, y todo lo que sea con tal de poner a prueba tu paciencia. Nos acercamos a un mostrador a preguntarle a una mujer dónde se cogía el metro (porque sabíamos que había uno que te llevaba al centro). Pone cara de confusión y te dice que no hay, que tenemos que coger taxi (no es que no hubiera, es que estaba cerrado). Le preguntas si tampoco hay buses y te dice que no, que taxi. Sales fuera y sí que había bus. Nos montamos en ese autobús cuyo aire acondicionado eran ventiladores y ya desde ahí te vas fijando en cositas por la ventana, observando a la gente, las calles...Pero poner los pies en el suelo nada más bajar fue como recibir una auténtica bofetada de realidad. Ahí es cuando nos dimos cuenta de que ya no estábamos en Europa ni nada que se le pareciera: calor muy húmedo, amasijo de bicis, motos, coches, rickshaws y personas circulando por todas partes y en todas direcciones sin control ninguno, sonido constante de pitos, gente apiñada en el suelo de la estación durmiendo, esperando al tren o echando el rato, mezcla de olores a mierda, meados, comida, gasolina y otra serie de olores imposibles de describir, todo a la vez…”¡Mecagon Panete!¿¡pero dónde nos hemos metido!?”, es lo único que se te pasa por la cabeza. La primera impresión desde luego no pasa desapercibida, ya sea para bien o para mal.
 
En el bus conocimos a una coreana que también quería sacar un billete de tren. Esa era nuestra idea para movernos por la India (¡¡ja,jaaa!! de nuevo inocentes....) sin saber que esta vez íbamos a poner nuestra paciencia a prueba de bombas. Llegamos a la primera taquilla y nos dicen que ahí no es, que para otro sitio, que si a la cola de las mujeres (sí, aquí es así…), y una vez allí, que para otro sitio. Nos cabreamos ya y nos ponemos en la cola de hombres, con mil ojos clavados en nosotras, y cuando llegamos a la taquilla, ahí tampoco es y apuntan con el dedo hacia cualquier sitio, sin muchas ganas de ayudar. Empieza la desesperación. Vas a otro sitio y te dicen que en esa estación no es, que hay que ir a la de Old Delhi. Venga…vamos allí en metro, que para acceder a él hay que comprar unas fichitas como si fueran los coches locos de la feria y pasar un control ridículo. Por la cola de mujeres, por supuesto. Llegamos allí huyendo de ese metro abarrotado de gente, damos no sé cuantas vueltas para que nos digan que la oficina que estamos buscando está en la primera estación en la que estuvimos. Te empieza a entrar un hervor por dentro y respiras profundamente para intentar relajarte un poco. De vuelta a la otra estación pasando por el suplicio del metro de nuevo. Volvemos a preguntar, te lleva una mujer a una oficina y cuando preguntas si hay tren nocturno para Jodhpur en primera clase te dicen que ya no hay, que sólo queda sleeper (más adelante explicaré cómo funciona eso). En fin, un total de casi tres horas perdidas. Al final un hombre nos "ayudó" (lo pongo entre comillas porque es más que probable que todo aquello que parecía tan bonito estuviera perfectamente maquinado) y nos mandó a una oficina de información para los turistas y allí terminamos por confirmar que no había trenes hasta dentro de 3/4 días.

 
No, el primer día no fue un buen comienzo....Todo el plan que teníamos se nos viene abajo y lo peor es que el día no había acabado y no teníamos ni la más remota idea de lo que nos esperaba todavía...Le contamos al hombre la ruta que teníamos en mente y nos propuso hacer casi lo mismo pero con un conductor privado para nosotras, con hoteles incluidos y dos trenes (opción bastante común entre los turistas, sobre todo en la zona del Rajastán). Después de un rato largo intentando negociar, ofreciéndonos varias opciones, dándonos a probar té masala (un sabor indescriptible que te pone el estómago patas arriba), con la coreana de fondo intentando advertirnos de algo con ese inglés-lengua de signos que no se entendía ni ella misma y totalmente agotadas ya de cansancio y embotamiento, decidimos contratar al conductor durante unos 7 días por los sitios que queríamos. No es que fuera una opción de las más baratas, y el vendedor, que era un pícaro, seguramente nos estaría tangando por algún lado, pero era la única opción que teníamos si no queríamos quedarnos estancadas en Delhi. Además, con el paso de los días, vimos que ese trabajo de mono del pobre conductor es una especie de esclavitud que no está pagada ni por asomo.
Nuestro recorrido sería prácticamente igual al inicial: Bikaner, Jaisalmer, Jodhpur, Pushkar, Jaipur (todo esto en la región del Rajastán, al noroeste), Agra (Taj Mahal), y ya en tren a Benarés y tren de vuelta a Delhi. Bien, el vendedor astuto nos presenta a Yusuf, el que sería nuestro conductor durante varios días, y nos dice que ya salimos inmediatamente hacia nuestro primer destino, Bikaner. Nos dicen que son 6 horas de trayecto….Bueno, a estas alturas te da igual...lo único que quieres es ya salir de allí y tener la sensación de que tu viaje sigue hacia adelante y que ya tienes algo en las manos por lo menos. Vamos un poquito acojonadas, porque eso de ir en un coche con un hombre que no conoces de nada, a miles de kilómetros de tu casa....pero ya pronto empezamos a relajarlos sabiendo que teníamos algo y fue la primera vez que saqué la cámara de fotos, con ganas por fin de hacer una foto y empezar a disfrutar.
Era todavía de día, y saliendo de Delhi ya nos fuimos adentrando en una India más profunda, pasando por pequeños pueblos cuya calle principal es atravesada por la carretera y donde se concentra la vida social y comercial. El colorido de los saris de las mujeres, hombres sentados en cualquier postura y lugar, puestos de frutas, niños con uniforme saliendo del colegio...Hablamos poco con el conductor todavía, pero nos va contando algunas cosas. Vamos siendo testigos poco a poco de la forma de vida y las particularidades de este país. Por fin nos topamos con unas de las características por excelencia: las vacas. Efectivamente, se encuentran en cualquier lado. Y eso incluye en mitad de la carretera si hace falta, apiñadas, interrumpiendo el tráfico, cruzando por donde les apetece, dejándote pasar a veces por pena...Seguimos y seguimos hacia adelante, venga más pueblos, más vacas...y van pasando las horas. 9 horas, 10 horas...Ya es de noche. ¿Pero no nos dijeron 6 horas? Ah bueno, es verdad....recordad lo de la idiosincrasia india ¡je, je!

 
Ahora viene la prueba final del día. Teníamos clara una cosa: si salíamos vivas ese día, ¡seríamos las putas amas del universo! Ya habíamos comprobado la forma tan particular que tienen de conducir estos indios, es decir, una auténtica locura. Pero eso de noche se triplica y os juro que pocas veces en nuestras vidas hemos pasado tanto miedo. Aquí no hay ley ninguna, ellos tienen su propio código y ya está. No se ponen el cinturón, van por medio de los dos carriles si no viene ningún coche, pitan constantemente para avisar de cualquier movimiento, por supuesto no usan el intermitente, adelantan estando casi pegados al coche de delante y vuelven a su carril cuando ya tienen el coche de en frente casi en lo alto. Por la noche no hay absolutamente nada de iluminación en las carreteras, pero ellos adelantan con las largas; las vacas y otros animales, incluso a veces personas, aparecen en mitad de la nada, en la oscuridad. Y lo más acojonante: horas y horas conduciendo y no paró ni una sola vez a echar gasolina, sólo antes de salir de Delhi. Pero es que al día siguiente tampoco repostó. Por supuesto acabamos por preguntarle cómo era eso posible y nos dijo no sé qué del motor (el inglés a lo Apu no siempre es fácil de entender...).

 
Seguimos sin llegar a Bikaner...le preguntamos si falta mucho y te dice que no. Después de una hora y media, le vuelves a preguntar...Ya sabéis la respuesta. Ya pasas de preguntar más. Por el camino va y se pincha una rueda y paramos en un pueblo para cambiarla. Nos compramos unos tristes paquetes de patatas para cenar mientras, que no pudimos comer por el pique que tenían (primer día en la India...¿quién iba a caer en eso?) y nos tuvimos que conformar con unas galletas. Seguimos nuestro camino, el conductor se pierde un poco. Nosotras ya estábamos empezando a ponernos nerviositas, porque ya habían pasado cerca de 10 horas e íbamos dirección a un pueblo muy cerca de Pakistán. ¡Ea!, ya está: que si habíamos sido secuestradas, que si nos iban a soltar en la frontera como moneda de cambio, que si nos dejarían tiradas en medio del desierto...Entre eso y la conducción íbamos con el corazón en la boca, apunto de lloriquear como dos mocosas. ¡Bendito sea el gran sentido del humor que hemos tenido durante todo el viaje!, que nos ha hecho reírnos de todo lo que nos ha pasado y de nosotras mismas.
 
 Y por fin llegaron las 12 de la noche…¡y llegó Bikaner! Cuando pisamos la habitación del hotel nos entraba ganas de besar el suelo y dar gracias a cualquiera de los miles de dioses que tienen (y mirad que soy atea…). Una duchita y para la cama. Eso sí…sin dejar de preguntarnos que si eso nos había pasado ya el primer día, ¿qué más nos iba a esperar durante tantos días?
 

4 comentarios:

  1. Jajajajajaj!!Qué buenos momentos de risas y cague! :)

    ResponderEliminar
  2. Vaya par de heroínas estáis hechas!!! vamos, es que ni jartas de heroína.....
    noe

    ResponderEliminar
  3. Tía, me gusta mucho cómo te expresas, voy a disfrutar leyendo tu diario jajajaja
    Aunque con los colores de las letras y el fondo ahora mismo sólo veo rayas blancas y negras cuando fijo la vista en algún sitio XDDDD
    Ya me habías contando algunas de estas anécdotas en persona, qué cague madre mía, sobre todo eso de ir llegando cerca de Pakistán y que se te pasen todas esas cosas chungas por la cabeza... uuuuffff!!!!!! Y lo de las vacas genial! jiijjjiij
    Sigo leyéndote!

    Ana.

    ResponderEliminar
  4. Con fotos mucho mejor!!!!:) Gon

    ResponderEliminar